Por Francisco Nuñez
Hay dos formas en que se puede monitorear el tráfico de grandes ballenas en una determinada zona: la observación con binoculares desde la misma embarcación, asunto que depende de las condiciones climáticas, y la instalación de un hidrófono, elemento que capta las señales y el canto de las ballenas, tarea que requiere de una incontable cantidad de horas hombre para analizar y procesar esos datos.
Por eso, ingenieros del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Chile junto a la oceanógrafa Susannah Buchan, de la Universidad de Concepción, trabajan en conjunto en un sistema de monitoreo acústico que busca procesar las señales que emite la ballena azul, el mamífero más grande del planeta, y evitar así que estas choquen con embarcaciones ante su incapacidad de reacción.
Esto, con un software de reconocimiento de voz entrenado para poder reconocer la vocalización de las ballenas. “Este programa internaliza la información. Después, le muestro a mi sistema lo que no vio en el entrenamiento, y él debe decidir y reconocer si es o no ballena. Y si lo es, a qué especie pertenece”, explica el investigador Néstor Becerra, profesor del DIE y director del Centro de Procesamiento de Señales, donde han experimentado en campos como la astronomía, minería y en las señales que emite la actividad volcánica.
A futuro, cuenta, el sistema debería ser capaz de enviar una alerta a una nave que circula, por ejemplo, en la zona del Golfo de Corcovado, donde suelen alimentarse estos enormes animales marinos.